Lect.: Isaías 49:14-15; I Corintios 4:1-5; Mateo 6:24-34 Innumerables veces hemos comentado cómo nuestra maduración cristiana nos hace superar la creencia, infantil, primitiva, de que nosotros estamos “ aquí abajo ” y Dios “ allá arriba ” , y de que estamos en un “valle de lágrimas” que es “inevitable”, como si fuera parte de un destino humano, y que solo con la “ayuda de Dios”, —pero siempre un “dios exterior y lejano”— podemos lograr aliviar algo nuestras penas y angustias. Afortunadamente, conforme avanzamos en nuestra formación madura en el Evangelio, vamos aceptando mejor que entre Dios y nosotros no hay ninguna brecha , que desde que fuimos creados, no se nos arrojó a un vacío inhóspito sino que no hemos salido de las manos del Creador, y estamos en ellas permanentemente. Aún más, que nuestra vida es participación en la misma vida divina y que Él actúa por medio nuestro, que somos su imagen y semejanza. Con esta visión más madura de lo que es la creación, la naturaleza, y...
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.