Prov 8:22-31; Rom. 5:1-5; Jn 16:12-15 Todas estas semanas hemos visto que los primeros disc í pulos, despu é s de la Pascua, no se pon í an a hacer doctrinas, grandes reflexiones intelectuales, teol ó gicas sobre la resurrecci ó n. M á s que todo, lo que compart í an era su experiencia del resucitado en sus vidas, y en esa experiencia de Jes ú s la experiencia de Dios. Dicho de otra manera, viv í an a Dios, as í como viv í an la resurrecci ó n de Jes ú s viviendo como resucitados. No trataban de ponerse a analizar qu é es Dios, o c ó mo es, porque, como ellos eran muy conscientes en la tradici ó n jud í a, a Dios no se le pod í a conocer, ni representar no solo con im á genes, sino tampoco con conceptos. Dios no puede expresarse ni como un objeto, ni como un ser humano u otro, porque si lo concibi é ramos as í de limitado, ya no estar í amos hablando de Dios. Los disc í pulos hablan entonces de su experiencia de Dios, de c ó mo lo viv í an. Pero, ¿ qu é ...
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.