Lect.: Hechos 14:21-27; Apocalipsis 21:1-5; Jn 13:31-33, 34-35 Alguien comentaba, —entre varios comentarios que vi al preparar esta reflexión– que algunos de los textos más difíciles de predicar del evangelio son aquellos que nos resultan más familiares . Algunos, como el que acabamos de oír, es tan conocido que mucha gente, ya antes de oírlo, supone que ya lo sabe y lo entiende y apenas si presta atención a su lectura. Otra gente, por otra parte, puede decir que la verdad es que apenas se le puede agregar nada de explicación. El asunto está muy claro: el mandamiento “nuevo” de Jesús consiste en “amarnos mutuamente”, ¿qué más se puede decir? Ante este tipo de reacciones, la persona que hacía este comentario añadía que lo que hace falta es encontrar un nuevo ángulo para aproximarse al texto, de manera que la lectura nos resulte nueva, refrescante, una verdadera “buena noticia”. De lo contrario, seguiremos usándolo como un eslogan, fácil de repetir, o como una regla moral,...
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.