Lect.: Hech 15, 1-2.22-29; Ap 21, 10-44.22-23; Jn 14, 23-29 Este maravilloso párrafo del evangelio de Juan nos debería de resultar desconcertante, si lo leemos desde la forma tradicional religiosa, como solemos entender la vida cristiana. Según esta manera de leerla uno espera que se nos repita, como en algún otro lugar, la advertencia deque si amamos a Dios, cumpliremos los mandamientos y seremos “premiados”, con el “cielo”, después de esta vida. Pero lo que nos dice el autor de Juan aquí es otra cosa que sobrepasa cuanto pudiéramos imaginar: si amamos a Dios, —dice el evangelista— cumpliremos su palabra y el Padre nos amará y junto con Jesús hará en cada uno de nosotros su morada . ¿Cómo es eso de que nos convertimos en morada de Jesús y de Dios sin esperar a la muerte? Estamos más que acostumbrados a pensar en los templos como en las “casas” (moradas) de Dios. Y por la formación catequética aprendimos que podíamos recibir personalmente la “visita” de Jesús en la Eucaristía, si...
Reflexiones a partir del texto evangélico de la celebración eucarística de cada domingo, considerando su estudio exegético y leído desde algunos de los retos del entorno de nuestra vida actual. Bienvenidos los comentarios.