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Mostrando las entradas de mayo, 2015

Fiesta de la Santísima Trinidad

Lect.:   Deut 4,32-34.39-40, Rom 8,14-17, Mateo 28,16-20 A este texto de Mt que acabamos de proclamar se le conoce como el de la "gran misión", o gran encargo de continuar su misión, que hace Jesús a sus amigos cercanos. Con lo importante que es, sin embargo, a lo largo de la historia, no ha tenido una interpretación uniforme . A lo largo de los siglos ha habido quienes han entendido, literalmente, que lo que Jesús encargaba a sus amigos era realizar bautizos masivos en todas partes, para que niños y niñas pudiesen ser liberados del pecado original y así ser salvados. Lo curioso es que quienes veían esto como continuar la misión de Jesús, no se plantearan que Jesús nunca realizó bautizos, al menos desde que dejó de pertenecer al grupo de Juan el Bautista. Otros han entendido que el encargo de hacer discípulos consistía en adoctrinar a la gente y enseñarles un conjunto de dogmas sobre Dios y sobre la moral que deberían aceptar y memorizar. Se consi

Fiesta de Pentecostés

fiesta de Pentecostés Lect.:  Hechos 2,1-11; I Corintios 12,3b-7.12-13; Juan 20,19-23 Cuando decimos que estamos vivos, ¿qué queremos decir? Parece una pregunta con respuesta muy obvia, pero si nos paramos a pensar un momento estamos hablando de que la vida es una realidad que tiene diversos niveles, incluso si pensamos solamente en la vida humana. Por ejemplo, cuando en el vientre de una madre está un óvulo fecundado, este está vivo, sin duda, pero no es una vida personal, como la que puede tener un niño y, no digamos ya, un hombre o una mujer adulta (no es un “ homunculus", como pensaban en el siglo XVII). En otro nivel, cuando alguien sufre un accidente serio y queda en estado de coma, —como oímos que sucede o quizás hemos conocido casos—, ese paciente puede quedar en un estado vegetativo. Está vivo, pero solo a nivel de funciones muy elementales del cuerpo humano y depende, muchas veces, de una permanente asistencia médica para sobrevivir. Más allá de esto, en los que

Fiesta de la Ascensión

Lect.:  Hechos 1,1-11; Efesios 1,17-23; Marcos 16,15-20 Durante 40 días hemos estado celebrando lo que la tradición cristiana ha llamado el “misterio pascual”, —de Jesús y de cada uno de nosotros. Con esa expresión, “misterio pascual”, queremos decir, en primer lugar, que una vida como la de Jesús, consagrada a dar vida abundante, a través del amor, el servicio y la solidaridad, alcanza, con el momento de la muerte como entrega final, la plenitud de vida humana en el seno mismo de la gloria de Dios . De ahí que Pablo dijera, como lo proclamábamos el mismo domingo de Pascua, que ya mismo hemos muerto y “nuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3: 1 - 4). Se trata, sin duda, de una revelación, de un descubrimiento maravilloso de lo que es la dimensión, última, la más profunda de la vida humana y de nuestro enraizamiento en la misma divinidad, en la misma vida del Eterno, que no son dos realidades separadas  como lo dijimos el domingo pasado con imagen de la vid y de la

6º domingo de pascua

Lect.. Hechos 10,25-26.34-35.44-48; I Juan 4,7-10; Juan 15,9-17 El domingo pasado Juan nos ayudaba a entender que Dios y nosotros, que Cristo y cada uno de nosotros no somos dos realidades separadas. Somos como la viña, o la mata de chayote, en donde raíces, tronco y bejucos, forman una sola unidad, alimentada por una misma savia, —la vida divina es esa savia que nos alimenta y nos mantiene vivos. Pero también nos insistía Juan que es preciso permanecer en esa identidad, para que no nos pase como al sarmiento, a la rama o al bejuco que si se desprenden de la mata se secan. Creo que podemos entender que lo que nos quiere advertir el evangelista es que ninguno de nosotros podemos ser, existir, sin estar pegados a esa mata que es Cristo, recibiendo la savia de la vida divina. Pero sí es posible, —y por desgracia, demasiado frecuente— pasar por la vida sin darnos cuenta de esta realidad, —lo que él llama “estar en las tinieblas”, no estar consciente de nuestra identidad con Dios y con

5º domingo de Pascua

Lect.  Hechos 9,26-31, I Juan 3,18-24,   Juan 15,1-8 Muchas veces hemos oído decir: “a fulanito le falta Dios en su vida, por eso anda en malos pasos ”. O también, “ Zutanita no podrá nunca ser completamente feliz, porque no busca a Dios ”. Son expresiones que surgen de gente piadosa. En otro nivel, también con frecuencia oímos decir que "un país va por mal camino cuando no se pone con Dios” , o que "la corrupción de los políticos y sus matráfulas, que cuesta tanto corregir, se dan, “cuando se olvidan de Dios ”. Cuando la gente se expresa de esa manera, cuando hablamos así, da la impresión de que pensamos en que los seres humanos vivimos en un mundo lleno de males y que Dios se encuentra en otro plano, en lo que llamamos cielo, y que tenemos que lograr que se decida a bajar a nuestro mundo para salvarnos de tanto problema y lograr que cambie el modo de ser de los que hacen el mal.   Es curioso, porque este tipo de expresiones tan extendidas no se encuentran en un evang